sábado, 9 de agosto de 2008

SUEÑOS EN LA RUTA

La monótona estepa castellana se iba rindiendo ante el envite leonés. En el fondo, Quirce se alegraba. No, no desdeñaba la planicie pues era hombre de Tierra de Campos…, infinitos y dorados antes de la siega; verdes y suaves en la primavera. Su aburrimiento era producto del cansancio, quizás. Necesitaba emociones en la A6 y puso un compact de John Lee Hooker donde los trepidantes punteos de guitarra y la voz honda y melancólica del Boss arrancaban con “I´m going´upstairs”. – ¡Joder!, eso está bien, Hooker! Veo que me conoces tan bien como la ruta. Ya pasamos de Astorga, abriéndonos hacia el Bierzo. El Manzanal lo subes bien, cabrón, pero la bajada… Sí, Quirce hablaba solo en la cabina. Bueno, en realidad, no era así; hablaba con su colega, el Volvo FL6 que si estaba a tono, le contestaba con algún rugido de motor, pequeñas vibraciones o rítmicos soplidos de milibares de presión en algún cambio de marcha. La cálida cabina era su locutorio, su ocasional hogar…, su vida. Acompañan su querencioso recinto los compases de “Little wheel” al tiempo que aparecen las largas pendientes en la autopista. El medroso camionero enciende un habanos para ayudar a la concentración, mientras observa los manómetros del salpicadero: todo en orden de marcha. El subconsciente vuelve a traicionarle y, en vez de gozar del placer de oír los viejos blues o, simplemente, el bello paisaje berciano, se dedica a contar las frenadas. Es un día plomizo, con lluvia fina. Las nubes reposan en las crestas montañosas; hay un contraste interesante pues no todo es gris; se ven manchas ocres y verdes en las laderas que anuncian un otoño entrado: nogales marrones, manzanos amarillentos y perales deshojados pintan el ocre, pero hay lienzos verdes de robles carvallos y algún pino rodeno. No, no se fija hoy Quirce en ese detalle; lo sabe de sobra, eso es todo. Se arruga en la pendiente pronunciada de la A6, ante el frío brillo del asfalto, y para combatir el mal…, cuenta las frenadas. No quiere bajar de 7,5 kilobares y lo cierto es que lo ha conseguido: ha reducido en 4 ocasiones, ha utilizado el freno de gases 4 o 5 veces y la palanca del eléctrico no más de 3 veces. ¡Bien Quirce, cojonudo! A ver como lo haces en Pedrafita. La tarde cae deprisa, especialmente en la olla profunda que conforma el valle del Bierzo y que trabajosamente orada el río Valcarce. Del rosario de pueblos aledaños -Carracedo, Villafranca, Pereje, Trabadelo, La Portela o Ambasmestas-, opta Quirce por pernoctar en Trabadelo: descansa, cena y da un largo paseo junto al río. La lluvia menuda moja su rostro, el pelo se le encrespa. Acelera el paso de regreso, pero para junto al pretil del puente; mira el agua que discurre acelerada; oye su rumor; le habla al camionero. Silencio absoluto en el valle, apenas roto por el ulular de algún mochuelo. Excelente noche de descanso para este hombre que soñará algo productivo en la habitación amiga del motel de carretera. Sí, es cierto. Levantó la niebla, la lluvia, el aire húmedo. Amaneció un día claro; estupendo para continuar la ruta hasta A Coruña y descargar. Lo veía todo nítido Quirce, apoyado en el alféizar de la ventana; la que daba al aserradero, junto a aquel río cantarín y bullanguero. Soñó también el silencio del valle, el canto incansable del mochuelo, la imagen de sus hijas y… cómo no, la bella estampa del nuevo Volvo FE 320 de 7 litros. 
Elucubraciones del lobo Quirce que descaradamente anotó en la libretilla negra de rigor para mandárselas como artículo a la revista TM-Transporte Mundial que publicó el relato en el número 235 de enero de 2.007.









Periplos por la A-6 entorno a los valles del Valcarce y Trabadelo.



La A-6 recuerda bien este puebluco dando nombre a un túnel y a un viaducto.



Carteles de entrada a Trabadelo por la N-VI.


Viejo cartel de entrada a Trabadelo por la actual calle de Camino de Santiago que era la antigua calzada de la N-VI.


Típica finca agraria berciana a la salida del pueblo.


Fachada lateral del Hotel-Restaurante Nova Ruta.