sábado, 12 de abril de 2014

N-621 LA VIEJA ARTERIA DEL CANTÁBRICO



N-621 LA VIEJA ARTERIA DEL CANTÁBRICO 

Cruzar el río Gandarilla es abrir la memoria encriptada de este lobo hacia una

ruta “roja”, bella en sí misma. A las viejas carreteras nacionales –arrumbadas

por el poderío de las vías azules a modo de autopistas- se las olvida; les

damos esquinazo…, no miramos atrás, como si ya no quedasen recuerdos.

 


Aquellas viejas carreteras

nacionales nos dieron

todo en un tiempo pasado,

caminos de unión, sendas

de imán que portaban mercancías,

bienes y personas; aún

hoy pueden. Escribo sobre un

viaje no muy lejano en el tiempo,

de principios de noviembre

pasado, por la N-621. La vieja

arteria que bajaba desde el

Cantábrico hasta León todavía

amagó con nieves en un otoño

entrado, cuajado de ocres y

bañado por cascadas y regatos

por doquier. Sí, el río Gandarilla

es la llamada y atrás queda

Unquera, donde nace esta ruta

montañosa que trabajosamente

alcanza las parameras leonesas.

 

El lobo Quirce no tenía prisa

y olvidó el confort de una ruta

rápida –más larga, eso sí- por

la A67/A231; también desechó

otra ruta cómoda como es la

A8/A66. Llevaba el camión con

mínima carga y muchas ansias

de velar paisajes, cazar fragancias,

oír el silencio en valles,

majadas o riscos y tocar con

las pezuñas los líquenes de un

mundo calcáreo que se agiganta

bajo el nombre de Picos

de Europa. Carretera de olvido

que me abrazó aquel día gris

con intención de seducirme,

de robarme el reloj, de ahuyentar

mis prisas. Carretera de olvido

que me muestra la belleza salvaje,

el aroma a lobos, el sentir

de la manada ausente, los

rastros…Carretera de olvido

como tantas otras que se absorben

por el vértigo suave y

espacioso de autopistas (habrá

otros capítulos que recordarán

las vicisitudes y la agonía de

la N-634, la N-623, la N-611,

la N-340, la mítica N-120, la

N-111, otras…).
 


 
 

Cantar al río Deva ya no tiene

mérito salvo para un perrilobo

matrero o curioso como el Quirce.

Desfiladeros, gargantas y

estrechuras desgastadas por el

Deva se hacen evidentes en la

ruta; Molleda, Buelles, El Mazo,

Peñamellera, Panes y la orgía

de La Hermida van quedando

atrás y la conducción se hace

severa y dúctil para esquivar

revueltas prodigiosas, curvas y

badenes en un firme más que

regular. La orogenia herciniana

esculpió las calizas a su antojo

y formó angostaderos por los

que ahora pasa La Merche,

lamiendo sus paredes naturales.



 
 

Yanta el cánido un cocido lebaniego

en Potes, a la que los

romanos llamaron Pontes por

sus variados puentes, y hace

acopio de orujos; silencio y frío,

piedras diseñadas para soportar

el tiempo ya sea en iglesias,

casas montañesas, puentes, torres…

humedad incesante que

siembran los fluidos de los ríos

Deva y Quiviesa, luz y acentos

verdes que producen las masas

forestales de robles, enebros y

coníferas, que se mezclan con

incipientes tonos amarillentos

o rojizos de castaños y hayas

centenarias.

 
 
 

 

El campo visual se hace amplio,

camino de las cordadas serradas

hacia San Glorio. Se suceden

pueblucos como Narova,

La Vega, Bores o Entrerrías con

salpicados de casucas, cobertizos

o tenadas hasta un punto

crucial; el camionero Quince

acaricia el cielo y levita pensando

en Betelgeuse, Vega o Arcturus.

¡Ah, quiere una estrella,

el jodío! Arrecia el viento en el

mirador del Corzo y en el collado

del Llesba, pero él sueña…,

sueña la orografía del valle de

Cereceda, la sierra de Alba, la

montaña palentina que entrevé

allí mismo, en Peña Prieta. Cánido

montaraz de origen perniano,

amante de lastras, regatos

fríos, campas verdes sembradas

de cólquico y rutas. Rutas

de negro asfalto que llegan a

destinos diferentes, siempre al

compás de runrún de “La Merche”,

ganando kilómetros, metas,

descansos… No, no está

solo el Quince. Hoy tampoco; le

acompaña la mochila, su libreta

negra y un lápiz afilado que

utiliza toscamente para apañar

unos renglones de impresiones:

es libertad, no más, con

gotas de interés, ruta, horarios

y entregas puntuales.

 
 

Bien, hoy se entretuvo el Lobo,

pues podía y acierta a escribir

para vosotros. La ruta siguió

por otros regatos como el veloz

de Salceda y el Yuso y alguna

instantánea captó del puente

de Llánaves de la Reina y el

enigmático desfiladero de la

Hoz con airosos túneles horadados

en roca viva; Portilla de la

Reina, Boca de Huérgano y cierta

apoteosis al llegar a Riaño y

poder vislumbrar los brillos del

río Esla, prisionero en la gigantesca

presa. Plenitud de cánido

hambriento. Sosiego donde el

paisaje se aplana camino de

Cistierna, León y Virgen del Camino.

Final feliz de un jodido camionero

solitario que ensambla

soliloquios al ritmo de un blues

ronco de Robert Johnson o Muddy

Waters que suenan por

costumbre en la cálida cabina de su camión.
 
 
 
Relato publicado en la revista Solo Camión nº 245 de julio de 2.010

No hay comentarios: