martes, 27 de mayo de 2014


 

SOLEDAD   ROTA …

Ruta hacia el norte con viento favorable y nuevo cd que la Merche parece ignorar por perpetuo soniquete que aburre… Tiene razón la jodida cabina: Es un trabajo de Amaral en el que las tres -quizás, cuatro- primeras canciones tienen el favor del Lobo, pero poco más.

 
 
 

 

Hay novedad en la rutina carretera del cánido y huele a camada querenciosa. Además, hay ruidos, gruñidos conocidos, más aullidos que reprueban al conductor, bronca y regañinas. ¡Qué ocurre! El lobo dulzón ya no sabe decir NO; lo olvidó en su última mutación iconoclasta y así, hoy y en ruta, le espetan que fuma mucho, que conduce lento, que para más de la cuenta, que se cansa…, ahora que no para, y luego, que ¡cuándo buscamos alojamiento! Amaral se esfumó por aburrimiento, pero no hay permiso para que suene Clapton,  Nina Simone o Anita O´Day. No, el cánido montaraz olvidó clamar negaciones u objeciones: la lobata menuda le acompaña a Panticosa y es la dueña y señora del camión, del albedrío del Quirce, del tiempo y del descanso. Sólo la rutina puede a la cachorra, que de vez en cuando, dormita silenciosa en el asiento o en la litera. Placidez absoluta para el lobo camionero, que en vez de pincharla, morderla  o provocarla, se limita a observarla como un tonto, embobado por un magnetismo ribonucleico infinito. El joven cuerpo está quieto, con respirar pausado, rostro plácido que dibuja una incipiente sonrisa…, silencio y plenitud.  El lobo solitario hoy es diferente y se le nota.

 



 

Descanso grato en Biescas con paseos, turismo, buena cena y… conversación: el lobo habla, ríe, se hace fotos con el móvil, camina ufano por el pueblo, se crece al compás de su joven compañera, duda a veces, por recobrar su viejo vestido de homínido civilizado. Husmea en la vieja central eléctrica, compara los puentes que cruzan el río Gállego, observa un raro gallarón que crece en un pudio. ¡Jodido lobo!, que hoy lleva pareja de aventura.

 
 

Humildes fotos al espliego, a las gastadas muelas de un molino en el olvido, al tándem de golondrinas que hacen verano, las brillantes losas de calzadas. El profundo valle del Tena tiene visita inesperada: el cánido vuelve contento a un cubil socorrido en su trabajo. Vuelve y hoy habla… a su estilo: aúlla con garbo, emite gañidos fuertes y seguros, eleva el morro altivo y brillan sus ojos, el hocico, su pelaje hirsuto de estío, su andamiaje. ¡Ah!, lobo cabrón, que viajas con la pequeña lobata de tu ancestral manada campurriana. ¡Estás contento, mamón! Ya sabes que el mundo no se reduce a tu sombra, que hay algo más fuera de tu vetusta cabina camionera y, sobre todo, que vale la pena probar la compañía.


 
Se detienen a admirar el cielo acuoso que refleja el embalse de Búbal, Hoz, El Pueyo, Lanuza, Sallent de Gállego. Vida pastoril, sendas de cánidos, fragancias galantes para el Quirce, verdes profundos, vegetación sin límite, luz plena, murmullos de agua montañesa, picos altivos, inalcanzables riscos para sarrios y corzos lugareños.

 


Bien por el lobo; viaje diferente, inusual, algo extraño y divertido. Aún hay futuro en la manada y el maniático lupus se esmera en buscar la azucena silvestre para la animada lobata compañera, el enebro enano, la sabina, el cerecillo; más hacia el sur, en el Prepirineo, enseñó a la perillán, las inmensas manchas amarillas que produce el erizón en flor, algún pino negro y el misterio del espantalobos.

Hoy, viendo alguna foto que hizo la compañera, se admira el solitario cánido: pendientes imposibles en la A-2606 con sus seis revueltas de vértigo, carencia de peraltes, firme malo y barrancos pendencieros que miran al Caldares; silencio, concentración… y la Merche cumplió su trabajo llevando a ambos hacia carreteras más civilizadas. Ya, ha habido emoción, un punto de locura, blues ronco en la cabina, más silencio, algo de ternura y … soledad rota.

 Cubil del Quirce, enero y julio de 2.008